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Roadtrip al Volcán

por Antonio Nuno en May 02, 2021


Roadtrip al volcán

Una aventura al rojo vivo con Someone Somewhere


Muy cerca de la Ciudad de Guatemala se encuentra una cordillera de cinco volcanes, entre ellos uno de los más activos de Centroamérica y el mundo, el volcán de Fuego, el cual hace unos años hizo erupción destruyendo todo a su paso. Muchas personas viven a las faldas de los volcanes, pues la ceniza que cae trae muy buenas cosechas de café y aguacate. Cada año personas de todo el mundo visitan estos increíbles volcanes para conocer de frente la magnitud del poder que poseen.
Rodrigo Esteva, fotógrafo mexicano, nos cuenta su experiencia subiendo dos de los volcanes de esta cordillera: el Acatenango y el Pacaya. ¡No te pierdas esta increíble aventura! 

Siempre me pregunté qué pasaría si el Popocatépetl explotara algún día. Siempre lo veo desde mi balcón, pero nunca me he aventurado a conocerlo. Para sacarme esta espinita y vivir la experiencia de ver lava real, quedé con dos de mis amigos fotógrafos, Enrique Barquet y Andrés Valle, cuya experiencia haciendo montañismo me animó a acompañarlos a visitar el Acatenango. Llegamos temprano a Guatemala, y más tarde nos encaminamos al volcán. Nuestro plan era llegar primero al campamento base, que tiene a vista el resto de los volcanes, y después hacer cumbre para tener una vista aún más espectacular. Nunca había subido una montaña, nunca había escalado un volcán en mi vida, yo iba pensando en una experiencia totalmente nueva. Pero no me sentía completamente preparado, además tenía una lesión de rodilla. Aún así, nunca decido perderme una aventura. Tardamos seis horas en llegar al campamento base, donde se nos unió un cuarto fotógrafo, guatemalteco: Francisco Sojuel. Él iba a ser nuestro guía, puesto que realiza esto muy seguido y hace fotos de la Vía Láctea en puntos donde hay contaminación lumínica. 

Como habíamos arribado al campamento después de mediodía, teníamos varias horas para descansar y prepararnos para subir a la cima, pues la lava realmente no se ve de día, y es durante la noche cuando puedes apreciarla en todo su esplendor. Pero no contábamos con que el volcán explotaría en cuanto nosotros llegamos. Ni siquiera nos dio tiempo de sacar el equipo fotográfico, así que grabamos con el celular. Después de la emoción de esa primera erupción, estuvimos en el campamento conociendo gente de todo el mundo. Había de Suecia y Canadá. En especial, ahí conocí a Lidia Gregg, que trabaja en National Geographic y es la encargada de los assignments para los fotógrafos.

El día estuvo nublado, así que en la tarde prendimos una fogata, en lo que se despejaba el cielo para tomarle fotos al volcán. Francisco llevaba consigo algo que nos pareció extraño: botellas de alcohol La Indita, pero nos explicó que, en ocasiones, llega alguna nube y tapa el campamento y el volcán, lo que hace que la temperatura descienda incluso hasta 0°. Y era totalmente cierto, el día se encontraba cálido, a unos 27° y de repente pasaba la nube y te congelabas. Entonces, una manera económica de mantenerte calientito es llevar un poco de alcohol para beber. Algo que también me ayudó fue la Expand Bag. Por este cambio drástico de temperatura, es necesario cambiar de ropa de manera inmediata, y gracias a esta increíble mochila pude tener en todo momento ropa térmica a la mano.

El plan original era quedarnos sólo una noche, pero como el clima no nos favoreció, tuvimos que quedarnos una más y racionar la comida. Teníamos un pedazo de alambre y un sartén, entre otras cosas que compramos en el mercado antes de salir. Allá arriba la comida se enfriaba en cuanto salía del sartén, por lo que nos la comíamos con la mano lo más rápido posible. No teníamos platos, mucho menos cubiertos.

La noche cayó, y, a pesar de la oscuridad, en todo momento tuve cerca mis cosas gracias al Estuche Magic Loom que llevaba siempre abajo de la chamarra. Me ayudó mucho a tener en un solo lugar el dinero, el celular, pasaporte, todo lo necesario que hay que traer a la mano. El reflective que tiene es lo que más me gusta, pues durante la noche me es súper útil. Solamente pasaba la linterna sobre el Estuche y ¡listo, ahí se encontraban mis cosas en el campamento!

 Al final, sólo mis dos amigos pudieron hacer cumbre, pues mi rodilla ya no aguantó más; al subir en picada me lastimaba con cada paso que daba. El día siguiente estuvo nublado y de nuevo no pudimos ver nada. De todas maneras, sabía que esta aventura no había terminado aún. Después de los dos días que estuvimos en el Acatenango, decidimos bajar a la ciudad de La Antigua, así que caminamos cuatro horas de regreso. 

Lo primero que hicimos al llegar fue tirar todo en un rincón y sentarnos a comer en un restaurante. La gastronomía siempre es un must para saber qué es lo maravilloso de cada país. Siempre que llego a un restaurante pregunto “¿qué es lo mejor que venden aquí? ¡Eso quiero!”. Aunque no sepa qué contiene, siempre ordeno de esa manera. El abrirte a hacer cosas nuevas siempre te va a dejar algo. Comer fue más que gratificante, después de nuestras largas caminatas y racionar la comida al subir el volcán; fue una maravilla. Inclusive bajé de peso de lo exhaustivo que fue la escalada. 

Al día siguiente, decidimos que íbamos a darnos un descanso, así que nuestro plan era ser turistas. Yo aproveché para hacer fotografía callejera, por lo que estuve dándole vueltas a toda La Antigua. Mi objetivo era reflejar la gama de colores de la ciudad en una foto. ¡Y lo conseguí! Justo una señora que vendía artesanías con su traje lleno de tonalidades magentas muy llamativas pasó frente a una pared amarilla, haciendo un contraste increíble de colores. Otra de las cosas que hice fue visitar el Convento de las Capuchinas con una amiga, Shanti Valladares, que me visitó de la Ciudad de Guatemala. Algo que me encantó de este viaje fue la gente tan cálida, siempre te extienden la mano para ayudarte. Si no sabes llegar a algún lugar, se ofrecen a llevarte, casi te agarran de la mano y te dicen “es por aquí, ven”. No importa si ellos estuvieran realizando sus actividades cotidianas, como ir al mercado. Siempre se mostraron súper amables con cualquier persona tanto extranjera como local. Les agradezco mucho esa hospitalidad. 

"Algo que me encantó de este viaje fue la gente tan cálida, siempre te extienden la mano para ayudarte."

Subir el Acatenango no fue suficiente, teníamos ganas de más acción. Al terminar nuestro día de descanso, nos fuimos directo al Pacaya, un volcán activo que estaba a punto de hacer erupción. El Pacaya es muy peculiar, ya que tiene grietas a sus costados por donde comienza a salir la lava. Mis amigos y yo queríamos ver la lava de frente. Encontramos un guía que nos llevaba, pero para eso tuvimos que viajar a un pueblo cercano llamado San Vincente y desde ahí emprender nuestro camino. Esta vez tuvimos que subir un cráter para rodear el volcán; fue mucho más duro que subir el Acatenango, pues traíamos todo nuestro equipo fotográfico. En total caminamos durante 12 horas. Para nuestra fortuna, nos cruzamos con una finca donde tenían caballos. Había muchos niños ahí, y les pedimos ayuda para subir nuestras cosas. Así que amarramos todo nuestro equipo al caballo de un chico llamado Efraín y fue mucho más fácil llegar arriba. ¡Fue un milagro! De repente, vimos la lava y, sin pensarlo, corrimos hacia ella. 

Esa fue la primera vez que vimos el magma. Nuestro primer instinto fue tomar un palo y picar la lava para ver en cuánto tiempo se incendiaba. La atmósfera se tornó muy densa y caliente. Había demasiado humo y no se podía respirar. La lava se iba desplazando sobre los campos de cultivo que se encontraban cerca. El humo olía dulce, como si fuera caramelo, pues lo que se estaba quemando eran cultivos de café. No podías moverte con libertad. En algún momento, pensamos que éramos los únicos intrépidos que se habían aventurado a ver la lava cara a cara, pero no era así. Había mucha gente que venía de los pueblos aledaños a observar cómo la lava consumía todo, como si fuera una película. Familias enteras tumbadas en el piso, tranquilamente, comiéndose un picnic que habían preparado. Como si nada. 

"La lava consumía todo, como si fuera una película."

De repente, esa misma noche hubo un cambio de clima muy radical. Todo en un principio estaba en extremo caliente, y de repente comenzó a llover, tornándose frío el aire. Este choque de temperaturas generó un remolino de fuego. ¡De la nada! El remolino se formó con el magma del piso y el aire frío de la lluvia. Salimos corriendo para que no nos alcanzara. Tomamos nuestras cosas y partimos a nuestro campamento. Desafortunadamente, nuestro guía olvidó la capa impermeable de las casas de campaña, por lo que todo se empapó. Por suerte, mi Expand Bag me salvó de nuevo, ya que mantuvo secas las prendas que guardaba allí, ¡y por supuesto traía mi Lifeproof! A la mañana siguiente regresamos a San Vicente, que estaba a cuatro horas de donde debíamos tomar nuestros vuelos de regreso a México.

Sin duda, esta experiencia me permitió ver otra cultura. En un principio no comprendía por qué alguien cultivaría a las faldas de un volcán activo, pero una vez que entiendes su situación económica te pones en sus zapatos. Una de las razones por las que plantan a las orillas de los volcanes es porque el suelo se vuelve demasiado fértil por la ceniza, por los minerales que arroja el volcán. Sin embargo, cuando el volcán explota, el piso se quema y ya no puedes volver a plantar ahí como en 500 años en lo que el suelo se vuelve a hacer tierra, se vuelve roca. Justo ese día, había muchísimos campesinos solamente observando si la lava iba a consumir su cultivo o no. Es un tiro al azar, quizás les vaya excelente o quizás lo pierdan todo. Nosotros vimos un cultivo de café del cual una mitad estaba intacta y la otra ya se había convertido en roca volcánica. Es increíble cómo estas personas viven al todo o nada día con día.  


De parte de Someone Somewhere nos encanta conocer a aventureros de corazón como Rodrigo, que encuentran en la naturaleza increíbles anécdotas para contar. Estamos muy agradecidos por que nos haya contado su experiencia y compartido algunas de sus fotografías


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